3/22/08

Europa en los tiempos del destrampe

Si alguien hoy quisiera una imagen de Europa de finales de los 60 y principios de los 70, de seguro acudiría a la imagen de Daniel Cohn-Bendit (“Dany el rojo) y a las turbas estudiantiles que escenificaron la revuelta de mayo del 68 en Paris.



Sin embargo, Europa durante esos años fue más, muchísimo más.
¿Fue el eco de lo que estaba ocurriendo en los Estados Unidos? ¿o quizás ambos sucesos fueron el resultado de una circunstancia karmática?


Daniel Cohn-Bendit (Dany el rojo)


Hablemos de cuando se echaron abajo los muros con los lemas de “prohibido prohibir” y “la imaginación al poder”.
Se prohibió el respeto a los mayores, a los padres, a la separación por sexos, por razas, por quehaceres; a la vida familiar, la patria, la monogamia, la privacidad, el individualismo, la bandera y el himno.
La imaginación, la insubordinación y la indisciplina pasaron a sustituir los valores establecidos.En Suecia, el artista plástico Carl Johan de Geer crea una serigrafía que es un llamado a desecrar la bandera y a volverse contra la nación y la patria, estampando la palabra “ la pinga” en el centro.

Serigrafía de Carl Johan de Greer


En el cine Vilgot Sjoeman crea “Yo soy curioso, amarillo” y “Yo soy curioso, azul”, una especulación sexo-política en que los actores principales discutían las ideas maoístas mientras practicaban sexo oral mutuo, por ejemplo, o fornicaban sobre el muro del Palacio Real ante la mirada perdida y respetuosa de un guardia real.

A pesar de la película “Prima della rivoluzione” (1964), de Bernardo Betolucci, que comienza con una escena de seducción de la joven criadita por los niños ricos de la casa en nombre de entrenar a la muchacha en la conciencia de clase, en ningún otro país se asociaron tanto la política y la liberación sexual como en Suecia, hasta volverse comportamiento aceptado.
Recuerdo que el Grupo Ocho”, el más feminista de todos los grupos de Suecia, solía expresar que “la posición de la mujer en la Revolución era horizontal”, porque los líderes “progre” se valían ampliamente de sus credenciales de constructores del futuro para tirar a cuanta muchacha les pasara por el lado a la loneta. Y no era siquiera la loneta de un apartamento privado; a veces bastaba una cualquiera en la trastienda del lugar donde se encontraran.
No es que las suecas de esa época fueran más calentonas que las de antes o las de ahora: es que era el estilo imperante, y a veces terminaban en la loneta por miedo a desentonar. Así de simple.
Gracias a Dios, ésto sucedió años antes de los 80 y el SIDA.
En Paris, como latina siempre más retorcida, no necesitaban loneta, como tampoco política. La moneda en curso era la escapada al retrete del café para un “rapidito”, sólo porque daba gracia, y para momentos más elaborados, la escatología: orinar en el cuerpo para optimizar y celebrar el orgasmo. A veces incluso defecar, siguiendo la tradición de Dali, de quien se dice que se le apareció a Gala, su musa y amor de su vida, en la primera cita rezumante de caca. Ella, según también dicen, le espetó: “¡Aniquílame!”, o algo por el estilo.
Quizás era que el nihilismo de entre guerras seguía presente y no hubo más que rascarlo.
Por aquel entonces la mítica Desirée, consagrada ex de U Thant y del escritor cubano Feliz Pita Rodríguez, mencionada en los diarios de Anais Nin, traductora de español y merchante de libros viejos del Sena (“bouquiniste”), seguía recibiendo en su “salón” en no recuerdo cuál barrio parisino. Decían las malas lenguas que si llegaba tarde a su casa el viernes, se encontraba a latinoamericanos con la boca abierta regados en los pasillos de su edificio. Porque ella alimentaba a un montón de latinoamericanos que rumiaban su realización personal en Paris con una gran olla de arroz con pollo, y les daba de beber de una cava infinita que tenía en el sótano. Algunos eran escritores, y pintores incipientes, otros nada más que unos vagos; el tiempo fue el que se encargó de deslindarlos.
Los eventos artísticos conocidos como “happenings” tenían lugar lo mismo en París que en Estocolmo, y bien podía ser un gordito medio maricón tirándonos globitos en el Centro Americano de Paris, que un concierto de supuesta “Wasser Musik” (música de agua), en Estocolmo, donde interpretaban el género literalmente, llenando de agua y aceite trombones, etc., y rociando al público con las primeras notas.
Todo se valía en un impromptu así.
El desnudo se hizo obligado en el teatro, y lo mismo asistí a una función del ballet de Birgit Cullberg con los bailarines en pelota que a un popular programa de televisión donde un conocido actor sueco se bajó los pantalones y enseñó el trasero desnudo.
En Suecia tenía lugar la primera gran exhibición de Arte Erótico y el periódico vespertino Expressen inauguraba su columna de consejería sexual.
El hash, la heroína y hasta el LSD campeaban por su respeto y en la fuente de Hoetorget, al otro lado de la Casa del Concierto, los heroinómanos lavaban las agujas en la fuente y se pinchaban a plena luz del día entre los cochecitos de niños que sus madres llevaban a las compras.

Todo mientras Europa era consumida por marchas y más marchas contra la guerra de Vietnam, con ciudadanos aparentemente más ocupados con lo que pasaba más allá de sus fronteras que con la política nacional. La política nacional no era suficientemente “sexy”.
En Estocolmo se inauguraba una especie de Tribuna del Pueblo en un sitio céntrico, una especie de Muro de los Lamentos donde todo el mundo iba a decir horrores de lo que o de quien le diera la gana con todos los requerimientos de la asepsia. Porque, a pesar de los vientos de protesta, los suecos ordenaban el desorden.

Sergelstorget en una demostración reciente contra la homofobia
Fue así además que empezaron a tratar de echar por tierra todos los “prestigios” porque comenzaban los tiempos de la absoluta democracia en que tú-eras-igual-a-mí-eras-igual-a-él” y etc., etc. En ese tiempo desdichado me tocó estudiar cine, con el inesperado resultado de que, además de en dirección, salí experta en sonido de pura necesidad, para no tener que aguantarme a un estudiante de sonido que me echara un responso sobre “el sonidista tiene igual prestigio que el director”. Total, que echaron abajo el prestigio del director (en una escuela que fue ideada por Bergman como formadora de directores/autores) para crear cuatro prestigios. Y así ocurrió con toda la sociedad, que instauró el resentimiento, la desconfianza del ajeno y las incontables torres de marfil que hoy no nos dejan comunicarnos los unos con los otros, menos aun colaborar en cualquier proyecto común.

¿Cómo sobrevivió Europa todo aquel caos? Supongo que debido al cansancio; la gente debe haberse hastiado de hacer tantas locuras.
Luego vinieron los hijitos, los trabajos remunerados, quizás las fortunitas...
Hoy Cohn-Bendit es presidente del grupo europeo de Los Verdes y llama a olvidar Mayo del 68, hastiado de que se siga recordando. Su comentario al respecto es lapidario:


2 comments:

Eufrates del Valle said...

Estimada amiga Vivian, excelente este articulo. Gracias por ubicar en su verdadera dimension, una epoca que acuno muchas equivaciones que todavia hoy son mal interpretadas, y daninas a nuestra civilizacion.

Anonymous said...

Muy hermoso como la periodista narra la historia de Gerda,
tengo una gran debilidad por los niños y los abuelitos.