3/31/08

Gerda o el olor de las siringuillas


La conocí cuando ya tenía casi 80 años y la mayor parte de todo mi amor por Suecia tiene que ver con ella.
Gerda vivía sola en una casa tradicional de techo de dos aguas color rojo Falun.



La casa de Gerda, en rojo Falun

Alquilaba un cuarto, pero en realidad creo que quería un poco de compañía y quizás una pequeña ayuda en cosas cotidianas. Le encantó hacerse de una jovencita latinoamericana de 25 años para que viviera en el segundo piso (ella vivía en realidad en la planta baja).
Gerda tenía muy buenos recuerdos de Latinoamérica: había vivido un año en Chile... hacía cincuenta. Por eso hablaba español, todavía hablaba español, el español de Chile, cosa que se prestó a algunas confusiones como cuando una vez me anunció que vendría su familia con la “guagua” y yo me quedé esperando el autobús lleno de viejitos. Porque ella tenía una familia amplia y longeva.
Además del español hablaba, por supuesto, sueco, pero también francés, inglés y creo recordar que incluso alemán. No se perdía ningun noticiero del día, leía dos periódicos y pertenecía a dos clubes de libros. Estaba informada.

En su casa había auténticos muebles estilo Imperio y tenía accesorios de servicio que podrían haber formado parte de la colección de museos. Más aún: tenía un gran accesorio de cristal para el servicio de mesa de origen francés que servía con gusto cuando invitaba a cenar y unos recipientes de plata para servir la mostaza de los que solía comentar: “Hay uno igual a éste en el Museo Nacional”.
Y es que Gerda procedía de Dalecarlia donde su padre había sido pastor. Tradicionalmente la cultura sueca “fina” era pasada en herencia desde las fincas de los pastores de esa región, esa cultura que se nutría de Alemania o Francia, dependiendo de la casa real de turno, y que llevaba entretejida la influencia danesa y la simplicidad y devoción de los pietistas que crearon sus famosas pinturas de Dalecarlia (“dalmaalningar).



Una pintura mural de Dalecarlia (dalmaalning), La escalera de la edad

Gerda, que había nacido casi dos décadas antes del siglo XX me contaba de cómo en las fincas se construían los dormitorios al otro lado del pesebre de las bestias para beneficiarse de su calor. También de las reuniones de otoño alrededor de una gran fogata para contar cuentos de aparecidos.
Poco a poco, en el año en que viví en su casa, me fue develando imagen tras imagen de una Suecia primordial, primitiva; una Suecia anterior al bienestar y a la riqueza, la socialdemocracia, el orden y la perfección. Me fue introduciendo en la quintaesencia de lo sueco.
Su casa estaba en una de las muchas islas que componen el archipiélago de Estocolmo que, según me contaba, había sido poblada sobre todo por profesionales y maestros al albor del siglo.
Recordaba los tiempos en que, para acudir a la misa de gallo, los vecinos habilitaban con pesadas pieles los trineos que, tirados por caballos, les llevaban a la iglesia.

Gerda tenía cuatro hijos adultos regados por todo el país, y en cuanto llegaba el verano emprendía recorridos de visita que la llevaban a quedarse casi un mes en cada hogar. Por eso los veranos yo estaba prácticamente sola en aquella gran casa con tres habitaciones en el piso superior que solo yo ocupaba. Me daba gusto porque podía ir a tenderme en el balconcito de la habitación mayor bajo las hojas del abedul trémulas por la brisa y transparentemente doradas por los rayos del sol.

Gerda y yo nos llevábamos muy bien a pesar de que le había pintado la calefacción de mi cuarto en dos tonos de rojo y de que una mañana, tras una fuerte nevada que había durado toda la noche, me la encontré barriendo la nieve de la puerta de entrada cuando fui a despedir a un amigo polaco que, era evidente, no había dejado huellas en la nieve.
Era tan abierta a la vida y tan serena, que a mis 25 años me intrigaba si podía imaginarse su propia muerte. Una vez le pregunté: “Gerda, ¿no le tienes miedo a la muerte?”, y me respondió:
“¡Oh, no, en lo absoluto. ¿Te imaginas? Yo vi volar el primer avión ¡y acabo de ver al primer hombre poner los pies en la Luna!”

Recuerdo el olor de la tierra del gran jardín que rodeaba su casa, los crotos que rompían tímidamente la nieve y luego se volvían tan inevitables. A sus nietas adolescentes remontando el camino hacia la casa y cantando a dúo bajo la luz amarillenta del otoño. El camino que serpenteaba entre los pinos. El olor literalmente embriangante de las siringuillas bajo la luz plomiza y sin sombras de las noches claras del verano temprano.



Otro ángulo de la casa de Gerda. Nótese el balconcito en el piso superior.

Después siempre he recordado ese año que viví con ella como el más feliz de mi vida.
Cuando murió, años después, sus hijos me invitaron al velorio. Al llegar a la iglesia todos vinieron a abrazarme fuertemente como si fuera parte misma de la familia.
Entonces me di cuenta de que lo había sido, de que aquella mujer sueca de 80 años había encontrado en aquella muchachita cubana de 25 a alguien a quien darle lo mejor de sí. Y al hacerlo, la muchachita cubana de 25 años había aprendido, a través de ella, a amar a Suecia, a la Suecia trascendental que sigue llevando en el fondo de su corazón.

3/27/08

PICPUS O EL TERROR...


Para ser exactos, el Reino del Terror, ese período de unos 11 meses, entre el 5 de septiembre de 1793 y julio de 1794, de la Revolución Francesa que, liderado por Saint-Just y Roberpierre, le costó la vida a unas 40,000 personas que perecieron guillotinadas tras juicios sumarísimos en Paris.
El hedor de toda la sangre vertida con las decapitaciones llegó a ser tan grande en la Plaza de la Concordia, que los vecinos clamaron por un nuevo sitio para las ejecuciones, que entonces se trasladaron a la Plaza del Trono al Revés (hoy Plaza de la Nación), a sólo cinco minutos del convento Channoinesse de San Agustín.
En sus jardines, entre junio 13 y julio 28 de 1794 fueron enterrados en dos fosas comunes 1,300 hombres y mujeres aguillotinados por “la justicia revolucionaria”.
1306 personas en sólo 46 días.. mas de 28 personas por día si no se descansaba ni sábado ni domingo. Algunas veces 55 personas en una sola jornada, o sea, una persona guillotinada cada cuarto de hora, si se “trabajaban” 12 horas seguidas...


Eran tantas que llegaban los cuerpos, cada uno con su cabeza entre las piernas, amontonados unos sobre otros en las carretas que iban chorreando sangre por todo el camino.
1109 eran hombres; 197 mujeres.
De los hombres, 108 pertenecían a la nobleza, 244 al clérigo, y 178 eran militares.
Pero 579 eran ciudadanos comunes.
De las mujeres 51 pertenecían a la nobleza y 23 eran monjas.
Pero 123 eran mujeres comunes.
O sea, que más de la mitad eran ciudadanos comunes y corrientes: panaderos, zapateros, jornaleros, guardabosques, criados, cordoneros, candeleros, torneros....
Todos guillotinados y enterrados en dos fosas comunes.


Vista hacia la fosa común no. 1
En dos grandes muros de mármol en el interior de la capilla de lo que hoy es el Cementerio de Picpus, están los nombres de los ajusticiados, con sus edades y profesiones.









Los dos muros con los nombres de todos los enterrados en las dos fosas comunes.
Hay familias enteras, por ejemplo, la de Sainte Amaranthe, de 42 años, con sus hijos Emilie, de 19, y Louis, de 17 años. El más joven allí enterrado tenía 14 años, el mayor, 92.
Detalles del muro con las inscripciones de los ejecutados. Préstese atención especial a las cuatro primeras inscripciones: Jean, 28, cordonero; Moffré, 26, candelero; Ange, 29, hilvanador; Jean, dit Cauvin, 27, tornero.

Llegué al pequeño cementerio olvidado en la tranquila callecita de Picpus de la circunscripción 12 de Paris. Hoy es un cementerio privado gracias a que los familiares de algunos de los allí enterrados adquirieron los terrenos del convento y la capilla, honrando la memoria de sus seres queridos. Sólo los familiares de los que allí yacen pueden también se enterrados en ese lugar, aunque en unsegundo cementerio aledaño con tumbas marcadas. Uno de ellos es la marquesa Adrienne Noailles, cuya hermana y madre yacen en una de las fosas comunes. La marquesa Noailles fue laesposa del también aristócrata francés Marqués de Lafayette, quien yace junto a ella con una bandera estadounidense sobre su tumba, quizás la única bandera perpetua en suelo parisino.

La tumba de Lafayette

Lafayette, el héroe de la revolución americana y el que, inspirado en la Declaración de Independencia de los EE.UU. regresó a Francia y propuso ante la Asamblea Nacional del “antiguo régimen” la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que liquidaba a la monarquía en Francia. El mismo Lafayette que luego fue desdeñado por los nuevos líderes de la Revolución que terminaran devorados por esa fauce insaciable que son todas las revoluciones.
Todo para que 10 años más tarde un general, Napoleón, se coronara Emperador de Francia.

3/22/08

Europa en los tiempos del destrampe

Si alguien hoy quisiera una imagen de Europa de finales de los 60 y principios de los 70, de seguro acudiría a la imagen de Daniel Cohn-Bendit (“Dany el rojo) y a las turbas estudiantiles que escenificaron la revuelta de mayo del 68 en Paris.



Sin embargo, Europa durante esos años fue más, muchísimo más.
¿Fue el eco de lo que estaba ocurriendo en los Estados Unidos? ¿o quizás ambos sucesos fueron el resultado de una circunstancia karmática?


Daniel Cohn-Bendit (Dany el rojo)


Hablemos de cuando se echaron abajo los muros con los lemas de “prohibido prohibir” y “la imaginación al poder”.
Se prohibió el respeto a los mayores, a los padres, a la separación por sexos, por razas, por quehaceres; a la vida familiar, la patria, la monogamia, la privacidad, el individualismo, la bandera y el himno.
La imaginación, la insubordinación y la indisciplina pasaron a sustituir los valores establecidos.En Suecia, el artista plástico Carl Johan de Geer crea una serigrafía que es un llamado a desecrar la bandera y a volverse contra la nación y la patria, estampando la palabra “ la pinga” en el centro.

Serigrafía de Carl Johan de Greer


En el cine Vilgot Sjoeman crea “Yo soy curioso, amarillo” y “Yo soy curioso, azul”, una especulación sexo-política en que los actores principales discutían las ideas maoístas mientras practicaban sexo oral mutuo, por ejemplo, o fornicaban sobre el muro del Palacio Real ante la mirada perdida y respetuosa de un guardia real.

A pesar de la película “Prima della rivoluzione” (1964), de Bernardo Betolucci, que comienza con una escena de seducción de la joven criadita por los niños ricos de la casa en nombre de entrenar a la muchacha en la conciencia de clase, en ningún otro país se asociaron tanto la política y la liberación sexual como en Suecia, hasta volverse comportamiento aceptado.
Recuerdo que el Grupo Ocho”, el más feminista de todos los grupos de Suecia, solía expresar que “la posición de la mujer en la Revolución era horizontal”, porque los líderes “progre” se valían ampliamente de sus credenciales de constructores del futuro para tirar a cuanta muchacha les pasara por el lado a la loneta. Y no era siquiera la loneta de un apartamento privado; a veces bastaba una cualquiera en la trastienda del lugar donde se encontraran.
No es que las suecas de esa época fueran más calentonas que las de antes o las de ahora: es que era el estilo imperante, y a veces terminaban en la loneta por miedo a desentonar. Así de simple.
Gracias a Dios, ésto sucedió años antes de los 80 y el SIDA.
En Paris, como latina siempre más retorcida, no necesitaban loneta, como tampoco política. La moneda en curso era la escapada al retrete del café para un “rapidito”, sólo porque daba gracia, y para momentos más elaborados, la escatología: orinar en el cuerpo para optimizar y celebrar el orgasmo. A veces incluso defecar, siguiendo la tradición de Dali, de quien se dice que se le apareció a Gala, su musa y amor de su vida, en la primera cita rezumante de caca. Ella, según también dicen, le espetó: “¡Aniquílame!”, o algo por el estilo.
Quizás era que el nihilismo de entre guerras seguía presente y no hubo más que rascarlo.
Por aquel entonces la mítica Desirée, consagrada ex de U Thant y del escritor cubano Feliz Pita Rodríguez, mencionada en los diarios de Anais Nin, traductora de español y merchante de libros viejos del Sena (“bouquiniste”), seguía recibiendo en su “salón” en no recuerdo cuál barrio parisino. Decían las malas lenguas que si llegaba tarde a su casa el viernes, se encontraba a latinoamericanos con la boca abierta regados en los pasillos de su edificio. Porque ella alimentaba a un montón de latinoamericanos que rumiaban su realización personal en Paris con una gran olla de arroz con pollo, y les daba de beber de una cava infinita que tenía en el sótano. Algunos eran escritores, y pintores incipientes, otros nada más que unos vagos; el tiempo fue el que se encargó de deslindarlos.
Los eventos artísticos conocidos como “happenings” tenían lugar lo mismo en París que en Estocolmo, y bien podía ser un gordito medio maricón tirándonos globitos en el Centro Americano de Paris, que un concierto de supuesta “Wasser Musik” (música de agua), en Estocolmo, donde interpretaban el género literalmente, llenando de agua y aceite trombones, etc., y rociando al público con las primeras notas.
Todo se valía en un impromptu así.
El desnudo se hizo obligado en el teatro, y lo mismo asistí a una función del ballet de Birgit Cullberg con los bailarines en pelota que a un popular programa de televisión donde un conocido actor sueco se bajó los pantalones y enseñó el trasero desnudo.
En Suecia tenía lugar la primera gran exhibición de Arte Erótico y el periódico vespertino Expressen inauguraba su columna de consejería sexual.
El hash, la heroína y hasta el LSD campeaban por su respeto y en la fuente de Hoetorget, al otro lado de la Casa del Concierto, los heroinómanos lavaban las agujas en la fuente y se pinchaban a plena luz del día entre los cochecitos de niños que sus madres llevaban a las compras.

Todo mientras Europa era consumida por marchas y más marchas contra la guerra de Vietnam, con ciudadanos aparentemente más ocupados con lo que pasaba más allá de sus fronteras que con la política nacional. La política nacional no era suficientemente “sexy”.
En Estocolmo se inauguraba una especie de Tribuna del Pueblo en un sitio céntrico, una especie de Muro de los Lamentos donde todo el mundo iba a decir horrores de lo que o de quien le diera la gana con todos los requerimientos de la asepsia. Porque, a pesar de los vientos de protesta, los suecos ordenaban el desorden.

Sergelstorget en una demostración reciente contra la homofobia
Fue así además que empezaron a tratar de echar por tierra todos los “prestigios” porque comenzaban los tiempos de la absoluta democracia en que tú-eras-igual-a-mí-eras-igual-a-él” y etc., etc. En ese tiempo desdichado me tocó estudiar cine, con el inesperado resultado de que, además de en dirección, salí experta en sonido de pura necesidad, para no tener que aguantarme a un estudiante de sonido que me echara un responso sobre “el sonidista tiene igual prestigio que el director”. Total, que echaron abajo el prestigio del director (en una escuela que fue ideada por Bergman como formadora de directores/autores) para crear cuatro prestigios. Y así ocurrió con toda la sociedad, que instauró el resentimiento, la desconfianza del ajeno y las incontables torres de marfil que hoy no nos dejan comunicarnos los unos con los otros, menos aun colaborar en cualquier proyecto común.

¿Cómo sobrevivió Europa todo aquel caos? Supongo que debido al cansancio; la gente debe haberse hastiado de hacer tantas locuras.
Luego vinieron los hijitos, los trabajos remunerados, quizás las fortunitas...
Hoy Cohn-Bendit es presidente del grupo europeo de Los Verdes y llama a olvidar Mayo del 68, hastiado de que se siga recordando. Su comentario al respecto es lapidario:


3/12/08

ESTUDIO DE UNA FEMME FATAL

Se llamaba Eva también, pero no tenía la ingenuidad de mi amiga la dominatrix. Era femineidad vuelta veneno letal.
Eva Baranowski en Estocolmo, 1980

Con su rostro de rasgos eslavos –era polaca- tenía los ojos demasiado pequeños y los labios muy poco definidos para pasar por bella. Pero era alta, tenía talle, caderas y piernas esbeltas y con su pelo rojo azafrán resultaba vistosa. Sin embargo, no era eso lo que la hacía atractiva.


Al conocerla en un serpentario que visitábamos una tarde gris de domingo con nuestros respectivos hijos, lo que más me llamó la atención fue el halo de soledad y desamparo que la envolvía, o que parecía envolverla.
Enganchamos rápido porque nuestros hijos tenían la misma edad y carecían igualmente de padre. Nos hicimos muy amigas.
Déjenme explicarles que Eva tenía problemas reales.
Habiéndose casado muy joven con un ingeniero polaco que le llevaba unos cuantos años, y que la había llevado con él para Suecia, Eva se vio víctima de sus celos enfermizos –justificados o no- cuando traspasó la barrera de los 30 años para entrar al reino de la seguridad sexual femenina. Una de sus consecuencias fue el rapto del hijo por parte del padre para esconderlo en un hogar de ancianos checo durante seis meses. Hasta allí fueron las autoridades suecas para rescatarlo. La otra fue un intento de rapto por parte del marido, que la intoxicó forzadamente con alcohol, la ató y metió a un coche con la intención de sacarla por Finlandia. Eva logró escaparse, pero vivía bajo el temor constante de que él le cumpliera su amenaza de “marcarle el rostro con ácido”.
Digo todo ésto porque era ingrediente esencial de su estrategia de araña.

Para Eva, inmigrante polaca en Suecia, no era suficiente vivir bien; ella quería vivir en el lujo. Y a pesar de que se mantenía básicamente con un aporte de la seguridad social sueca, en un apartamento que le había conseguido la seguridad social sueca, vestía sedas, pieles y carísimas botas italianas compradas en NK (la tienda de más clase de Estocolmo) que, definitivamente, le daban el aura cara que necesitaba proyectar.
Cuando un hombre la invitaba a salir no se paraba en chiquitas: pedía que la llevara a comer al Opera Kaellaren, el restaurante más caro de Estocolmo por aquel entonces, y siempre ordenaba champagne, cosas ambas apropiadas al nivel de hombre que ella andaba buscando. Porque Eva quería un hombre rico para sí. Pero esa no era todo.


El restaurante Operakaellaren en Estocolmo

Yo conocí a todo tipo de hombres junto a Eva, desde el hijo de un riquísimo comerciante de pieles libanés, hasta el dueño de una gran empresa y a un fotógrafo de fama. Por increíble que parezca también vi a uno que otro llorar a sus pies por sus favores
¿Cómo le hacía? Adoptaba un estilo casi infantil al conocer al hombre que le interesaba. Cuando por fin le hablaba por teléfono casi bailaba de alegría y le confesaba de forma aparentemente ingenua qué placer le daba que la hubiera llamado. Aceptaba la primera invitación a almorzar, sonaba verdaderamente entusiasmaba, incluso arrobada con la idea, pero en cuanto colgaba podía voltearse e invitarme a mí a almorzar el mismo día, a la misma hora, en cualquier otro lugar.
En una ocasión le dio cita a un fotógrafo en un restaurante y sencillamente no se presentó. Sin embargo, dos horas más tarde envió a su mejor amiga y cómplice a que llamara por teléfono al hombre para darle un supuesto mensaje de “el-problema-tan-terrible-que le-había-impedido-acudir” y que la había obligado a correr hacia la oficina de Seguridad Social. Seguido de palabras laudatorias con respecto a lo bien que le había hecho a Eva el conocerle, que ésta había cambiado mucho y para bien, etc., etc. En fin, que encima de que lo habían dejado plantado el pobre hombre se sentía culpable por haber pensado lo peor.
Y la próxima vez, o la vez después de esa, Eva volvía a hacerle algo por el estilo.
Lo que generaba era un doble mensaje, ese doble mensaje que, aunado a las dificultades, son el germen mismo de la pasión. La dañina, la demoledora, la que lleva a la locura.
Eva los volvía locos.

Todavía recuerdo cuando conoció a un danés de mucho dinero que la invitó a cenar. Yo me quedé en su casa cuidando a su hijo ya que teníamos ese intercambio de niños entre las dos. Cuando regresó a primeras horas de la mañana cayó en la cama en una explosión de carcajadas. Extendió 3, 4 ó 5 chaquetas de cuero y me dijo que eligiera una para mí. Me enseñó el carro grande de batería que el hombre le había dado para su hijo y sacudía en el aire el brazalete de oro blanco que también le había regalado. Casi se ahogaba cuando me confesaba: “¡Y ni un besito le di!”. Pero eso no fue lo peor. Durante la cena había llamado la atención del cantante invitado, un italiano, que se apresuró a salirle al paso cuando ella iba al baño.
El italiano, dueño de una cadena de artículos de piel en su natal Italia, se convirtió en su amante. Como tal le pasaba una mensualidad, como tal la invitó a recorrer Italia durante dos meses en compañía de su hijo y de su madre, para el efecto mandada a buscar desde Polonia.
Al regresar Eva a Suecia y avisarle él al poco tiempo que la iba a visitar, le advirtió que no lo hiciera porque no le iba a recibir “ya que estaba en exámenes” (Eva decía que estudiaba medicina). El hombre viajó a Estocolmo, se cansó de llamarla por teléfono, sin obtener respuesta. Se presentó incluso a su casa, se cansó de tocar el timbre de la puerta y ella ni le abrió y ni le respondió siquiera. Yo lo sé porque yo estaba allí. Sin embargo, él siguió pasándole la mesada mensual hasta yo no sé cuándo porque luego yo me marché de Suecia y perdí todo contacto con ella.

¿Qué nos unía, siendo tan diferentes? Eva era una amiga amorosa. Si yo estaba triste, si me sentía derrotada, Eva lo solucionaba invitándome a un capuccino de una maravillosa cafetera italiana costosísima que tenía y me preparaba un bocadillo polaco que era una delicia. Me hacía acostar en el sofá de la sala, me echaba una cobija y me mimaba con un aire de complicidad como si fuéramos dos niñas pequeñas.
¿Cuántas veces no pensé lo que hubiera dado cualquiera de aquellos hombres por estar en mi lugar?
También estaba su vacío emocional. Eva podía entusiasmarse con un hombre hasta el punto de la obsesión. Sin embargo, en cuanto el hombre respondía a su afecto, en cuanto lo conquistaba y “lo tenía”, perdía todo interés. Era como un Casanova femenino, con su misma esterilidad emocional.

En esa compasión y en ese cariño nos encontramos y también, ¿por qué no decirlo?, en el interés que me despertó ese estudio de cerca de una femme fatal.



El Eterno Femenino, Paul Cezanne

3/9/08

LOS TESOROS OCULTOS

Omar Khana Massousi es un hombre humilde de 57 años con una gran misión: salvaguardar el patrimonio artístico de su país, Afganistán.
Director del Museo Nacional de Kabul, este licenciado en Geografía e Historia se enfrentó durante 30 años a la destrucción sistemática de la memoria de una tierra que fue encrucijada de las culturas persa, griega, china e india, y en tiempos modernos rusa y ahora estadounidense.
Para hacerlo Omar Khana Massouri a veces arriesgó su propia vida, escondiendo piezas como las del tesoro de Bactria, un legado del segundo milenio A.C. descubierto a mediados de los 70 en la tumba de un guerrero y cinco mujeres.
"Guardamos el secreto del escondite durante años. Callamos incluso cuando se decía que había sido llevado a Rusia tras la invasión. Sólo se supo que aún existía años después, al anunciarlo en 2004 el actual presidente Karzai", declaró Khana Massousi.


Todos recordamos la saña con que los talibanes volaron los milenarios budhas de Bamian, en Afganistán central, ignorando los llamados del mundo entero.
¿Qué hace que un hombre, o un grupo de hombres –siempre muy pequeño- lo arriesgue de todo, incluso su muerte en el total olvido, en algo tan intangible como “la cultura”?
Recuerdo que hace muchos años, cuando el entonces recién nombrado consejero cultural de la embajada de Suecia en México (desgraciadamente, no recuerdo su nombre) me confesó que “estaba loco” por empezar a estudiar náhuatl (la lengua de los mexica, también conocidos como aztecas); yo le espeté que para qué quería aprender una lengua que no le iba a servir en ningún otro país. Su respuesta, tras una pausa reflexiva, fue: “Es cierto, no me va a servir para nada. Pero, por otra parte, las cosas que realmente valen la pena no sirven para nada”.
No sirve para nada el amor, no sirve para nada la amistad, no sirve para nada el pensamiento. Quiero decir que no son utilitarios.
Siempre me ha intrigado la rapidez con la que la llegada de los españoles a la que hoy es Cuba arrasó de manera tan total con los grupos indígenas cubanos, cuando en México, a pesar de la represión que sufrieron los indígenas de todos los grupos, éstos sobrevivieron y hasta volvieron por sus laureles en cuanto la historia les dio la oportunidad con las tropas de Zapata y de Villa. Por otra parte, el componente indígena es parte tan importante para los países andinos, que sigue formando parte de la entidad nacional.
La respuesta me parece que es ese elemento que “no sirve para nada”: la cultura, Ese sentimiento de identidad de un grupo que parece les ayuda a sobrevivir las peores condiciones de vida, las peores afrentas, sin jamás olvidar quienes son.
Eso me parece que nos pasa a nosotros, los cubanos. Un pueblo sin territorio propio, sin gobierno propio, sin un marco ni jurídico, ni legal, ni cultural. Un pueblo asediado.
Aparentemente disuelto en la cultura mayoritaria del McDonald, Mickey Mouse y el rock en los EE.UU. Herido de muerte a partes iguales por la ex Unión Soviética, el internacionalismo oportunista y el período especial en Cuba.
Sin embargo, un pueblo que, como las criaturas líquidas de las películas de ciencia ficción, se vuelve uno en cuanto se siente amenazado en su esencia.
¿Quién no recuerda a aquellos jovenazos de Westchester, Miami, desfilando cada noche en descapotables desplegando enormes banderas cubanas cuando el episodio del niño Elián? Y sin embargo eran los mismos que ridiculizaban los arrebatos de cubanía de sus padres... (“En Cuba el cielo es más azul, el agua sabe distinta”, y un largo etcétera).

La Habana conserva todavía su aire de gran señora. Es como una gran dama venida muchísimo a menos que todavía recuerda los polvos de aquellos lodos. A Miami la hicieron los cubanos. Dos ciudades bellísimas. El cubano de a pie no parecen muy interesado en la cultura “fina”; no va al teatro, no va a conciertos, no va a ver cine de calidad, no lee. Pero al parecer los cubanos siempre han contado con una elite cultural de gran refinamiento y gran voluntad cultural.

Son los hombres y mujeres que, como Omar Khana Massousi, regresarán a Cuba con los tesoros que guardaron durante tantos años en lo más profundo de su alma a reconstruir una nación desde los cimentos. A devolverle su historia.

A Omar Khana Massousi y a todos esos cubanos, mi más grande agradecimiento.



(Si desea leer el artículo original sobre Omar Khana Massouri que inspiró este artículo, pinche aquí)

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3/7/08

MI AMIGA, LA DOMINATRIX



Es que la veo. Con esa voz que parecía suplicar y exhalar más que hablar, Eva debe haber estado retando a sus amigos a que se tiraran al mar. Estos, por más especiales que fueran –y los amigos de Eva Norvind eran por lo general especiales- se daban cuenta de que el horno no estaba para pastelitos: con el oleaje del Pacífico no se juega. Eva, que siempre fue una excelente nadadora, se tiró al mar y ya no regresó. Estoy segura, segura, de que nadie se dio cuenta hasta que era tardísimo porque en el imaginario de todos los que la conocimos Eva era, sencillamente, invencible.
Nunca vi salir a flote tantas veces a una persona como a Eva, y siempre saliéndose con la suya.
Eva era capaz de revolcarse en el piso y echar espuma por la boca para conseguir que la limpiadora de la heladería que ella prefería le sirviera un helado dos horas después de cerrado el establecimiento.
La vi conducir dos quilómetros en reversa en el Periférico (vía rápida), ser detenida por la policía del D.F. (Ciudad México) y librarse hasta de multa sin siquiera pagar “mordida”. En realidad nunca supe que hubiera pagado una mordida aunque manejase por donde quisiese y como quisiese.
Su secreto era una combinación de una mirada de intensa ingenuidad, credulidad infantil y un desarraigo total de la realidad.
Fue eso lo que la llevó a dejarse retratar paseando en bikini por la ciudad de México en Semana Santa (para complacer a vivarachos reporteros mexicanos) y a opinar, en el medio de un programa de TV de mediodía, que la televisión debía utilizarse para enseñarle a las mujeres mexicanas la planificación familiar. Todo a finales de los 60.
Los lagrimones le sirvieron para que el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverría, detuviese su deportación por afrenta a la mujer mexicana.
En el México de aquellos tiempos una “vedette” llegaba lejos. Atraía a políticos, y los políticos a los pudientes, y los pudientes a todos los demás. Es así que Eva contaba entre sus amistades a hombres de real poder, pero también a escritores, artistas, músicos, intelectuales y una gran corte de ejecutantes del yoga, homosexuales, vegetarianos, lesbianas y extravagantes en general. Sin contar a los aprovechados.
Pero digo mal. No era sólo por su calidad de vedette: Eva también era capaz de hablar casi de cualquier tema.

Hija de un príncipe ruso y una pintora noruega, y habiendo vivido en Francia, Canada y EE.UU., se movía a gusto entre varios idiomas y poseía una amplia cultura general. En realidad no sé si la poseía o si sabía aparentarlo muy bien; lo cierto es que los muros de la sala de su casa estaban tapizados de libros.
Pero su vida cotidiana –en que fue fotógrafa free lance durante varios años-constaba prácticamente de un único ingrediente: el sexo. No el sexo que se tiene y se practica, sino el que se conversa, el que se reflexiona y se discute hasta que ya no queda nada de él. El que sirve para retorcimientos del alma y de la mente.
Le gustaba, eso sí, escandalizar y comportarse de forma extravagante. Guardaba en su mesa de noche un cigarrillo mentolado para erotizarse cuando estaba en vena, lo que la motivaba a bajar a la calle y dejarse levantar por cualquier camionero para que la masturbara. Padecía de un horror patológico a la penetración.
Siempre temía que fuera a aparecer con la boca llena de hormigas, pero no, los camioneros obedecían y ni siquiera le preguntaban el nombre, lo que es, ciertamente, extraño viniendo de camioneros mexicanos. Con los años me di cuenta de que su comportamiento tan extraño, aliado al hecho de que era alta, “güera” y extranjera, de seguro terminaba por espantarlos y desear terminar todo cuanto antes.
Solía decir que era lesbiana, pero la verdad es que nunca la vi con ninguna mujer, a no ser con la intención de que ésta le procurase dinero; no que se lo diera, sino que la incluyera en alguna movida que resultase en buena plata.
Porque manejaba mucho dinero, aunque nunca llevaba más de cinco pesos en la bolsa. Era como un río a través del cual fluía el dinero y creo que fue así hasta su muerte, cuando regenteaba un próspero negocio de prostitución sado-masoquista en New York que debe haberle dejado un platal.

Al negocio, que ella bautizó muy profesionalmente de Taurel Associates (fundado por Ava Taurel, el nomme de guerre que adquirió a su llegada a New York), lo describía eufemísticamente como “una compañía de consejería, juegos de roles eróticos y producción de video para servicios anexos de salud”.



¡Siempre fue muy cuidadosa en dotar de elegancia a sus quehaceres, por más sórdidos que fueran!
¿Que masturbaba a un hombre? Pues creaba toda una historia digna de “La Historia de O” en que sensibilidad y ternura opacaban el trasfondo sexual. El acto así realizado era comunicación de almas.
No siempre fue “dominatrix” Eva. ¿Cómo iba a serlo si en realidad era asexuada?

Se convirtió a ello tras un tiempo de haber llegado a New York. Al principio sólo buscaba a seres de mala ley que dormían en los bancos del Central Park por la noche. Supongo que eso, tan absolutamente peligroso, terminó por aburrirla.
Nos vimos en Miami al poco tiempo de su “descubrimiento interior” y me enseñó las fotos de su primer “torturado”, un hombre en liguero, pantimedias y tacones altos atado a un árbol con unos cordones de cuero enrollados fuertemente alrededor del pene. Me parece que mi ataque de risa la sacó de onda y ya dejó de relatarme detalles. Aunque sí me contó de cuando, una vez, al pasar el registro de la aduana de México, adonde iba con uno de sus “encargos sexuales”, salieron a relucir todos los “juguetes” que llevaba en su maleta. Entonces nos reimos juntas.
Durante todos esos años de turbio quehacer en que desarrolló una red de “esclavos” que se extendía por los cinco continentes, estudió, sí, una maestría en sexualidad humana en la New York University, y dictó conferencias, protagonizó dos películas (Didn´t do it for love y Whipped, sirvió de consejera sexual a la cinta The Thomas Crown Affair ; conoció a actores, duquesas, marquesas, escritores, actores; también entrevistó y fotografió a muchos de ellos... La verdad es que nadie como Eva necesitaba tener el nombre de famosos en su boca, pero es cierto que se codeaba con un jet set internacional.
Con Eva prácticamente todo era cierto, por más que fuera difícil de creer: las cosas más disímiles, más contradictorias, exquisitas, vulgares, refinadas, primitivas, locas, caóticas; el idealismo, el más grosero aprovechamiento.

No me voy a dedicar al romanticismo post-mortum: para sus amigos ella podía ser difícil de soportar. Lo fue para mí, que terminé por cortar la amistad cuando vino a Miami para ver una obra de teatro y se quedó en mi casa un par de días. Cuando se fue me tiré de cabeza en la cama con una migraña que me reventaba los sesos y un agotamiento tan total, que hizo que mi vecina exclamara. “¿Pero qué te ha pasado? ¡Nunca te he visto así!”

La recuerdo con cariño porque me ayudó cuando llegué a México y porque me respetó -cosa no muy usual en ella- y me tuvo cariño. Y también porque me dio una profunda pena el día en que lme a encontré con los ojos húmedos, emocionada porque alguien la había llamado “sólo para saber de ella”.

Murió, me imagino, igual que vivió, en la exageración.

September 07, 2006
Estate Sale for Legendary Dominatrix
Last week, I received the most extraordinary invitation to the "estate sale" of Eva Norvind, a movie star, dominatrix, Mexican-Russian icon, and aristocrat sexual liberationist— a woman who embodied such notions before they were even fathomable, let alone fashionable.
Eva drowned last May in Oaxaca, while shooting a new film. Her friends and admirers miss her terribly, and a memorial is planned in New York October 10th.
But in the meantime... came this invitation. I longed to share it with you when it was timely, but it was "private." Now that the date is passed, it's still a memorable souvenir...

3/5/08

Remembranza de Sergio Corrieri


NOSOTROS QUE ÉRAMOS TAN PUROS

Acabo de enterarme de la muerte de Sergio Corrieri. No sólo fue mi primer novio, sino mi primer hombre, hace mucho, mucho tiempo.

3/3/08

Entrevista de diciembre del '07


Si reconoce el rostro de la muchacha de la foto posiblemente sea porque vio la película de Julio García Espinosa “Cuba Baila” de 1961. Vivian Gude es uno de esos eslabones perdidos de la cultura cubana.
Lea aquí la entrevista completa…