5/4/08

LA OSCURIDAD QUE SIEMPRE REGRESA

Si no el primero, fue uno de mis primeros viajes después del 11 de septiembre. Llevaba conmigo esa memoria de dónde me encontraba en el momento mismo en que anunciaron que un avión se había estrellado contra una de las torres del World Trade Center y la visión horrorosa de la segunda torre desplomándose. La irrupción de la barbarie era algo tangible, el exabrupto de una cultura que se había anquilosado en el tiempo y que exigía su regreso a golpe de sangre.

Grecia no es cualquier cosa: es prácticamente todo. Visitar Grecia es regresar a los orígenes, unos orígenes anclados en un cielo azul limpísimo, sin nubes, infinito, que se refleja en unas aguas color cobalto que presagian profundidades inenarrables. El paisaje, en fin, de nuestros dioses, que con una exhalación crearon lo que hoy conocemos como la cultura occidental. Nuestra cultura occidental.



En Grecia está nuestra razón de ser, la de los occidentales, y no sólo en Atenas, pero en Atenas coinciden los grandes monumentos urbanos y arquitectónicos que son los pilares de nuestra cultura.



La Akropolis, que nos asalta en el medio de la ciudad, a la vuelta de una esquina; el Agora o corazón urbano donde se desarrollaba toda la vida ciudadana, incluso los teatros a los pies de la Akropolis donde se representaban las tragedias que han llegado hasta nuestros días.



La visita al Museo Arqueológico Nacional de Atenas, tan cerca de la plaza Syndagma y del popular barrio de Plaka, era de rigor.
Contrariamente a lo que se cree, pocas esculturas de la época helénica sobrevivieron a la conquista romana que utilizó cada una de sus piedras para erigirse un monumento –con perdón, más basto- a su propia grandeza. De hecho, las pocas que hoy se exhiben en el Museo Arqueológico fueron recuperadas del mar. Sólo así se salvaron del celo romano.
Entre ellas dos llaman la atención, la del Joven de Anticythera y la del Jinetillo.
La primera, con fecha aproximada del 430 A.C., es de bronce y fue recobrada de una embarcación naufragada. Es mayor que el tamaño natural y la perfección de sus proporciones no pudo ser igualada por el David de Michelangelo (perdón, pero esa es mi opinión, y he visto ambas esculturas personalmente).


La segunda, el Jinetillo, representa a un niño compitiendo en una carrera de caballos. Data de aproximadamente 220 A.C y es de tamaño natural. Maravilla no sólo la habilidad de reproducir en un material como el bronce los tendones y hasta parte del sistema vascular bajo la piel del vientre del caballo, sino la capacidad para captar la expresión de un caballo excitado, con belfos en los que casi se siente la espuma, y la de un niño cuya emoción le deforma el rostro mientras azuza al animal con una fusta que hoy le falta.
Si el arte es emoción, pocas veces he sentido la emoción que experimenté durante la casi media hora en que estuve dándole vuelta a la escultura, apreciándola desde todos los ángulos, descubriéndole detalles insospechados.








Al otro día fui al Museo Benaki.
El Museo Benaki es privado y es una exhibición permanente de las manifestaciones de la cultura griega, en un sentido amplio. Es más conocido por su colección de joyas de oro de la época helénica, aunque tiene muy pocos otros objetos del mismo período.
El Museo Benaki es el mejor que he visitado en mi vida, en cuanto a su función educadora. Uno entra por su puerta y el museo lo toma de la mano y le va contando un cuento, su cuento sobre el desarrollo de la nación griega.


Visita virtual al Museo Benaki.
(Seleccione arriba Permanent Collections; luego seleccione a la izquierda Byzantine Art, que le lleva a Building. Seleccione allí, a la derecha, arriba Virtual Tour)http://www.benaki.gr/index.asp?id=402010112&lang=en

Así fui yo siguiéndolo, de piso en piso y de habitación en habitación, de luminosidad en luminosidad hasta que el umbral de un pabellón casi en penumbras me obligó a declararme en reverencia. Apenas iluminadas por focos concentrados –nada de ambientación- las piezas eran como islas en medio de un mar oscuro, y de la luz concentrada de esos focos emergían rojos intensos, dorados y azules cobalto; vírgenes, niños Jesús, hijos del hombre en la cruz; habíamos llegado a las salas de arte bizantino. El arte de la Edad Media, el de un cristianismo que, nacido bajo la opresión del Imperio Romano había prevalecido sobre él y se había instituido en la formidable Iglesia Católica, universo de ideas que habrían de regir nuestro mundo por siglos y milenios, constituyéndose en el fundamento de nuestra cultura.
Un arte que es plano, bi-dimensional, que obvia la reproducción realista, que no conoce la perspectiva, que ignora el cuerpo humano, las motivaciones humanas, el gusto por el cuerpo y sus placeres, el interés por el otro y por la vida, los temas cotidianos. Que glorifica un espíritu elevado, separado del hombre y su destino; que desdeña la mortalidad y todo lo relacionado con la existencia terrenal. Un arte, en fin, que desconoce, por voluntad, la realidad, la existencia material del hombre y que, también por voluntad, echó al olvido los avances técnicos en la reproducción de la realidad que habían realizado los artistas durante los milenios anteriores .






Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. ¿Cómo era posible que se hubiese olvidado la maestría técnica que se había logrado? ¿cómo, la perspectiva, la reproducción de los detalles, el interés por el otro más cercano? ¿Y que se les hubiese olvidado por casi 1,400 años, hasta el Renacimiento?
De repente me dije que podía volver a pasar.
¿No creyó Europa que estaba ante el albor de un nuevo mundo a comienzos del siglo XX? La euforia de los nacionalismos se había hecho patente en los estilos Jugend y Art Nuveau, la pintura no podía estar en mejor momento, el naturismo –y hasta el nudismo- estaba en su mejor época, la psicología, gracias a Freud era la ciencia del mundo moderno, y la sexualidad, un campo infinito a explorar. Nunca pintó mejor la humanidad. Los cañonazos de la I Guerra Mundial regresaron todo a la oscuridad..

Puede volver a pasar. La barbarie siempre puede regresar.

Con la reciente memoria del 11 de septiembre un violento escalofrío me recorrió de la cabeza a los pies.


Sepember11News.com




5 comments:

Aguaya said...

Qué emoción estar allí en persona...
Tengo muchos planes y una lista larga, pero Grecia está arribita y quisiera ir en la primera oportunidad.
Saludos desde Berlín, estimada Vivian!

Eufrates del Valle said...

Excelente, querida Vivian. Recuerdo tu regreso de Grecia y como me contabas, cual post, todo lo que ahora has escrito. Gracias por compartir todas estas memorias con nosotros.

Coincido totalmente contigo: Puede volver a pasar, y tu bien sabes que por unas cuadras de diferencia, casi me caen las torres encima.

Ah! Grecia, esa es una de mis ilusiones, pero para ir bien apertrechado de tiempo y economia, y despues de recorrer todos esos museos y la antigua Atenas, irme al sol de las islas... mmmm... quizas un dia podamos hacer ese vieja juntos, te imaginas???? Un abrazo, y gracias por este post.

Anonymous said...

Visitar a grecia esta entre uno de mis sueños. Que lindas fotos, me imagino que las tomastes tu en el viaje.

Estuve recientemente en New York y senti un escalofrio cuando visite "ground zero." Que tristeza se siente ademas que me vinieron a la mente las imagenes de las personas que se tiraban de los edificios.

Saludos desde Kendall
Mayra

Eufrates del Valle said...

Felicidades, querida Vivian, en este dia de las madres. Recoge en El Imparcial Digital tus rosas blancas, dedicadas a todas las mujeres cubanas, madres, y valientes como tu. Un abrazo.

GeNeRaCiOn AsErE said...

Felicidades por este bello día.
un abrazo blogger de g.a.